miércoles, 2 de abril de 2014

Destellos de la nueva historia de la ciencia

historia de la ciencia es un campo deslumbrante, para decirlo como Carlos López Beltrán, con quien tuve oportunidad de conversar hace poco. Según este historiador mexicano de la biología, las cosas han cambiado y “el principal aporte de la historia de la ciencia en las últimas décadas es que […] la ciencia es parte de la cultura. Los individuos que la hacen están inmersos en espacios culturales que afectan de un modo importante las decisiones que toman, las preguntas que se hacen, las trayectorias que siguen, ¡los resultados! […] La forma en que interactúan los científicos entre sí no difiere sustancialmente de la forma en que lo hacen otros sectores de las culturas”. La historia de la ciencia toma en cuenta las dimensiones epistémicas, políticas, ideológicas, sociológicas y hasta estéticas de sus objetos, con lo que no es de extrañar que produzca relatos excepcionalmente profundos y documentados. Exactamente por eso parece increíble que aún sea tan desconocida. Aquí presentamos una revisión de sus destellos, de los libros más representativos de la historia de la ciencia de nuevo cuño.
Hay antecedentes fundamentales a lo que se hace hoy. Uno de ellos es La génesis y el desarrollo de un hecho científico del bacteriólogo e inmunólogo Ludwick Fleck (1935). Su libro hace un recuento de cómo la sífilis pasó de ser un padecimiento venéreo y pecaminoso en la Edad Media, a pensarse como una enfermedad que debería poder identificarse en la sangre. Esto motivó a múltiples intentos que finalmente permitieron entender la etiología microbiana de la sífilis. Además de mostrar el rol que juegan las teorías previas de los distintos “colectivos de pensamiento” para guiar la investigación experimental, Fleck describe el peculiar entrenamiento que requiere el trabajo de laboratorio, así como la dinámica de la comunicación de los resultados, que por necesidad presenta lo problemático como simple e indubitable. La obra de Fleck pasó más bien desapercibida, hasta ser rehabilitado con la publicación de La estructura de las revoluciones científicas (1962) de Thomas Kuhn, quien lo citó como una de sus grandes influencias y relanzó varios de sus temas. Con La estructura de las revoluciones científicas Kuhn “… introdujo en la tradición anglosajona una filosofía discontinuista de la evolución científica (…) Dado que lo que aparece como “el tema central de la obra, a saber, la tensión entre el establishment y la subversión (…) era afín al mood «revolucionario» de la época; Kuhn, que no tenía nada de revolucionario, fue adoptado como un profeta, un poco a su pesar, por los estudiantes de Columbia e integrado en el movimiento de la «contracultura» que rechazaba la «racionalidad científica» y reivindicaba la imaginación frente a la razón”, lamenta Bourdieu[1].
En cambio, la influencia de Kuhn y de otros tuvo un efecto catalizador para la historia de la ciencia que Bourdieu aprecia, puesto que su propia visión del ámbito científico – como campo agonístico donde se juegan distintos tipos de capitales – va en consonancia con esa historiografía reciente. Carlos López Beltrán nos describe dos de sus favoritos en el género. El primero de ellos es el Galileo Cortesano, de Mario Biagioli: Entender un personaje como Galileo implica entender cómo realmente vivió su vida, cómo tuvo que interactuar con esta sociedad cortesana, y cómo eran las decisiones que iba tomando para poder aplicar sus talentos – que obviamente los tenía: matemáticos, inferenciales, su curiosidad, las visiones que empezó a tener… Esas visiones, además, no vinieron de la nada, sino de cosas que leyó, de maestros que tuvo, de experiencias con navegantes, con teólogos o con músicos – su padre era músico. El libro de Biagioli hace un uso muy interesante de literatura previa sobre la dinámica social de la vida en la corte: las trayectorias posibles de prestigio y de desprestigio, el tipo de cabildeo y lambisconeo que se tenía que hacer en las cortes… Es un ejemplo de cómo se han incorporado al arsenal analítico un sinnúmero de recursos que antes no se consideraban necesarios”.

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